Cuando cierro los ojos
Hace una semana que llegamos con Angélica, de nuestro curso en USA.
Estuvimos en un lugar llamado Menla, cerca de un pueblito Phoenicia que queda al norte de New York a una tres horas y media en bus aproximadamente. Ahí nos dejó el bus, en la calle de dos cuadras de este villorrio, y ahí en un banquito esperamos que se acordaran que nos irían a buscar y esperamos hasta que alguien nos hizo señas y enfilamos hacia el centro de conferencias.
Paraje de montes poblados de bosques verde agua, riachuelos que atraviesan caminos, muy poca gente y con una primavera lluviosa. Un árbol lleno de flores rosadas miraba nuestra ventana del dormitorio. Teníamos dos camas albas y altas, tan altas que dejamos las maletas debajo de ellas y cuidamos al despertar de bajar de un salto.
Desde el lunes al sábado cumplimos rigurosamente el horario de clases, entrenamiento como lo queramos llamar. A las 7:30 hrs. Comenzábamos con ejercicio físico, meditación y luego a desayunar. A las 10:00 hrs. se iniciaban los estudios sobre la teoría integral de Wilber, los cuatro cuadrantes, los niveles de conciencia, estudio y trabajo psicológico con las sombras, nutrición, trabajo corporal, herramientas de meditación y cada tema era experienciado.
El curso se llamaba “Práctica de Vida Integral” (ILP siglas en inglés) y era dirigido por profesores del Integral Institute. Teníamos tres instructores y éramos treinta participantes, tres europeos, un japonés, un hindú, un rabino, un brasileño, nosotras representantes chilenas y el resto proveniente de diferentes lugares y costas de USA.
Todo esto fue en inglés lo que provocó además de un acelerado aprendizaje de este idioma, el aprender a quedarme en silencio, a saberme más lenta que el resto para entender, a veces no entendía algo y tenía que esperar a que alguien hiciera algún comentario adicional para seguir el hilo. Con esta dificultad, participé, hablé y conversé, bastante menos de lo que hubiera querido, pero quedé satisfecha y contenta con la experiencia y los resultados.
Hoy hace poco más de una semana, aún conservo el sabor de la experiencia, mas aún la sigo viviendo. Los primeros días a mi vuelta, me sentí muy cansada, sin ganas de moverme, ni de abrir los ojos. Era como volver a estar en el útero materno, flotando, con la sensación de ingravidez. He recuperado mis alertas y sigo conservando la sensación, la que se acentúa si cierro los ojos.
Mi experiencia más significativa fue la de vivir la meditación Big Mind, además por supuesto, de todo el proceso corporal y cognitivo que experimenté. Desde ese momento a la fecha, estoy en esta sensación de “ingravidez”, que a veces se me pierde, pero que recupero con sólo cerrar los ojos. Pero esta sensación es mucho más que algo corporal, tiene una dimensión donde las emociones no son distinguibles, es como si no las hubiera, o bien el lenguaje o este idioma no tiene traducción para unir en una sola palabra: paz, armonía, serenidad, sin deseos, grande muy grande, sonrisa, amor, yo no soy y soy a la vez, pero soy mucho más, mucho más universal.
Así me siento cuando cierro los ojos, como tocando a Dios.
1 comentario
Maritza -
Esa sensacion de ingravidez que has experimentado que se resume a la emocion de estar en Dios, es maravilloso e inexplicable, lo siento en la forma que con tus palabras tratas de decirlo.
Solo que como todo en la vida debe tener un balance, tambien estas practicas sin un buen control pueden llevarnos al escape de nuestra realidad, por lo tanto el buen manejo de ellas nos ayudaran a que el diario vivir sea mas llevadero, armonico y en equilibrio con nuestro ser, conocernos mas, no solo en el sentido de las emociones tambien en lo fisico, la alimentacion debe de ser mas light y vivir con disciplina. En resumen un ILP.
PD: La oracion profunda tambien es un buen conductor para llegar a Dios. Los caminos estan, y la verdad es solo una.