TIEMPOS DE ADVIENTO
Me siento como en tiempos de adviento, en la reflexión y en la esperanza de tiempos mejores. A la espera del milagro de un buen cambio para los seres humanos. Cambio que muchos esperamos de forma optimista, cómo el inicio de una nueva era, una nueva forma de con vivir, más solidaria, más compasiva, más equitativa y justa, en fin, vidas con más amor.
Todo apunta a que el próximo año “algo pasará” y muchos esperamos que efectivamente “algo pase”, porque paradojalmente nos desilusionaríamos mucho que nada pasase…
El tiempo de adviento tiene que ver con el año cristiano, que consiste en un tiempo de preparación para el nacimiento de Cristo. Son los días previos a Navidad y es un tiempo de reflexión. ¿Será que esperamos la parusía?¿ La segunda venida de Cristo? No lo tengo claro, pero algo así es lo que escucho que esperamos. Algo, Alguien que nos salve. Y esto dice mucho de nosotros, el esperar que Algo que no soy yo.
Sin embargo, podemos esperar con la parálisis de la esperanza, o en la quietud de la reflexión y podemos esperar en la reflexión activa, es decir haciéndonos cargo de lo que queremos que pase.
En las tradiciones de adviento se trabajan “virtudes” cada semana previa al nacimiento de Cristo, y podríamos inventar algo parecido también. Podríamos tener la campaña del saludo, en la cual nos saludamos en los pasillos, en los ascensores, en fin donde te cruzas con otro ser humano. ¿Lo han hecho? Es increíble la sorpresa del saludado y también es interesante lo que nos pasa en ese ejercicio. Podríamos tener la campaña del regalo del libro que has leído, la campaña de comer juntos en familia, la campaña de dar un almuerzo, la campaña de dar trabajos, la campaña de dar sonrisas, en fin, estoy segura que cada uno puede inventar muchas y difundirlas por las redes sociales.
En período de adviento la gente se reúne en torno a una corona de adviento y oran en comunidad. ¿No estamos muchos de nosotros haciendo algo así? Reuniéndonos, conversando en círculo, reflexionando sobre cómo hacemos un mundo mejor, cual está siendo el granito de arena de aporte, tomando conciencia del milagro del ser humano.
Pareciera que estamos reconstruyendo el Dios que queremos, ya no es el Dios utilitario a nuestros deseos y peticiones, (que sirve a nuestras hormonas egocéntricas diría el profesor Bentué) , no es el Dios mundano, es el Dios presente en nuestra experiencia del corazón y las entrañas, el Dios que da sentido a la vida, el Dios que consuela nuestra angustia existencial. No estamos caídos, tirados en el planeta, somos el propósito de Dios, al menos una parte de Su propósito. Como escuchaba a alguien decir, “Dios se siente, se siente”
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