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Jacqueline Valenzuela

MUJERES¡¡¡

MUJERES¡¡¡

Mujeres¡¡¡ la hemos pasado mal en la corta historia de la humanidad, sometidas, maltratadas, discriminadas, sin embargo, parece que somos las que marcaremos el camino de la evolución de la conciencia. Es en nosotras, donde con mayor frecuencia se desarrollan los amores más reverenciados y alabados, como el amor incondicional de madre. Somos las que cuidamos y servimos a la familia, por lo general, ya sé que siempre hay excepciones.

Empecé a trabajar a los 23 años, y era la única mujer profesional en el Banco, cuestión que no miré en su momento como algo “raro”. En esa época, las mujeres me provocaban más enojo que simpatías (todavía me queda algo de eso) y es que mi mundo laboral era de sólo hombres, también lo fue en la universidad, con 99% de hombres, y las pocas mujeres que habían, tenían pocas ambiciones profesionales. Por supuesto, esta actitud, de pocas expectativas, también era valorada por nuestros colegas hombres, aunque en sus discursos  prevalecía la igualdad de género, en la práctica sus mujeres estaban dedicadas a las labores del hogar como se le dice hasta ahora, y que incluso algunos varones en estos tiempos, han tratado de enaltecer el trabajo en el hogar,  como algo casi sagrado, y que tiene esos ribetes por el cuidado de sus hijos. Yo también compraba ese discurso, aunque mi alma me pedía muchas otras cosas bien diferentes de cocinar, lavar y planchar. En ese tiempo también soñé con no trabajar y dedicarme “a la casa”, claro que con otro concepto de quedarse en la casa, para dedicarme a estudiar, investigar, en fin, nada que ver con limpiar (o sea, como lo hago ahora).

Adoraba a mi primer hijo, sin embargo, el post natal me aturdió, esa dependencia del hijo es una prueba extrema de amor, donde además se te anquilosan las neuronas y el mundo se reduce a tu casa y terminas hablando de pañales, eruptos, mamaderas y pezones partidos. Desaparecen las crisis, el calentamiento global, la pobreza, las elecciones, la salud, la filosofía. Algunos podrán decir que es bendito ese tiempo porque se te olvida todo eso….hasta por ahí nomás. Sobreviví a la crianza, en la tradición, es decir, con el padre ausente totalmente de los menesteres de sacar caquitas. En ese tiempo me di cuenta que ser mamá no era suficiente para mi vida y que me faltaban minutos para otros aprendizajes para evolucionar a ser humano integral. Con mis otros dos hijos no tuve pre ni post natal, y tengo el mejor recuerdo.

Desde esos tiempos abogo más por aprender a ser, ser humano, que ser mujer solamente. Si bien tenemos esta tremenda capacidad de amar a nuestros hijos y a otros, hemos descuidado nuestra capacidad de amarnos a nosotras mismas y hemos inventado prácticas de postergarnos, las que transmitimos, sin darnos cuenta, a nuestras hijas e hijos, así lo veo en las de nuestra generación. Todo esto bien apoyado por nuestros hombres, la mayoría inocentes, criados por nuestras madres.

Mi amiga Angélica me saluda diciéndome, “que bueno ser mujer no? cada día me gusta más”. Y sí, SI, me gusta ser mujer, tenemos muchos más desafíos en la vida que los hombres¡¡¡ , pensar esto me hace subir la adrenalina¡¡¡ Pero vuelvo al tema de querernos a nosotras mismas, como bien lo hacen ellos. Díganme qué maravilla cuando ellos se planifican para la pichanga, tenis u otra actividad, (sin nosotras) y llegan a casa, diciendo llegué¡¡¡¡¿ hay algo para comer? Lo digo sin ironías, mas bien con envidia, de no poder hacer eso, no porque no quiera, es porque ya no puedo, no tengo esa competencia, siempre estoy pensando en servir a los demás primero, y después vengo yo, ni siquiera me doy cuenta en la misma acción, ocurre transparentemente.

Entonces sigo con el mensaje de hoy día, aprender a amarse. Veo que las nuevas generaciones de mujeres ya vienen con algo de esto y hasta opino de algunas que se les pasa la mano¡¡¡¡ Hemos confundido amar al otro, a costa de sacrificio y postergación. Si ese otro supiera que es amado de esa forma, tampoco aceptaría ese amor, si de verdad te ama.

Mientras más nos queramos, más amor sano podremos dar, más hijos felices podremos encauzar y podremos convertirnos en seres humanos dignos y con igualdad de oportunidades. Amarse tendrá que ver con desarrollar la competencia de decir basta¡¡, de atrevernos a hablar, de levantar la mano, de decir, “yo quiero”, “yo puedo”, estoy aquí¡¡¡ Podemos dar más, mucho más y no podremos aprender a amarnos sin la ayuda de ya saben quienes, de ellos. Los necesitamos como ellos nos necesitan, porque los amamos.  Ellos pueden aprender más a servir a los otros, y nosotras podemos aprender a querernos más.

Besitos¡¡¡¡¡

 

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